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Nevares

LA PARED DEL SUEÑO.

LA PARED DEL SUEÑO.

He cambiado la pared del sueño recién ayer, jueves. Te pido perdón, Vallejo por esta pasión desmedida. Ahora tengo frente a mí otro frontispicio de ideas, y la gran tarea única de sobrevivir al invierno de mi vida, a los números esquivos y a las palabras que me afean. Cuando encuentre al fin la ventanilla de los reclamos, la divina mampostería recamada en cristales, temo que sea tarde y ya esté ciego o muerto del todo. Considerádlo, os ruego, en mi parca biografía. He arrancado algunos retratos que sobraban y he dejado secos los ojos de la pared, que me ausculta tanto como un galeno irremediable. Bueno, todos siempre se creyeron médicos en torno a mí; y la única enfermedad de la que verdaderamente padecí fue el hambre. Otras cosas, más transitivas, aunque no menos importantes fueron las lluvias y los besos y mis versos acantilados. Pero en el hambre, no supe de traiciones. Su garra jamás me dio las espaldas. Y lo agradezco. Aunque el silicio sigue con sus tres capas de electrones, como si nada, y con sus catorce lunas a la gira del piadoso mirar del buey. Se ha abierto un forado en el cielo, por donde me llaman a almorzar. Todavía quiero quedarme otro poco más en el medallón de las calles, porque amo esta multitud a la que le soy indiferente. Amo esa unidad de tu recuerdo que a veces se hace presente entre las hojas de un libro, como un mínimo pelo rubio. A ocho meses aun de la Navidad y de recibir el regalo de mi rabia. Y a uno del doloroso doble aniversario de mis estrellas.

He salido mucho a caminar. Y conversé de mis penurias con un buen amigo que me ha dejado en el mismo punto del antes de salir. Como si todavía no naciera, y la comadrona, plácida, me contara en el oído niño las cosas de amargas que ya me esperan.

Si yo pudiera viajar como tú lejos, no me quedaría a vivir conmigo solo, con tan mala compañía como debo ser yo, el ácido, el alcalino. Mi nieto me sonríe en la pared del frontispicio. ¡Viva su eterna fiesta sin haber pisado Puerto Varas! Que viva felíz su infancia que todavía no sabe. Como yo, que todavía no conozco la partida de mi nacimiento, viudo y viejo ya de todo, leyendo los partes de mi defunción.

 

Autor: Julián Rojas.

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