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Nevares

EL ESCUCHA.

EL ESCUCHA.

Soy el Escucha en este mundo sordo y vacío,

casi deshabitado.

La poca gente que queda en pie está encerrada en Wall Street,

pendientes de las últimas transacciones comerciales.

Uno solo es el Rey del Cobre, otro el del Trigo,

aquél el del Petróleo; y ése de más allá, el de los Diamantes y el Oro.

Lejos de aquí, en el corazón apestado del Africa, en la Amazonía lunar,

en la ya cálida Siberia y en la inundada Mongolia,

vagan, hambreadas, algunas tribus tan primitivas como inocentes.

Mañana será el primer día, desde que se inventó la linotipia,

que no saldrá ningún periódico a circulación.

No irradiarán las antenas las noticias de la televisión.

Porque las novedades ya están agotadas.

Y el deseo de saber se ha apagado como una pequeña lumbre en el alma del hombre.

 

Los policías, los jueces, los abogados, los notarios,

los congresales, los gobernantes, los científicos, los eclesiásticos,

todos los que conformaban las fronteras de la civilización y su cuerpo,

el orden pagano y sagrado, ya no existen.

Ahora el mundo es una simple suma de individualidades.

Me quedó esta oreja pegada a la conciencia y esta lengua atrevida,

veraz y parlanchina, incorruptible.

Mis ojos han asumido el papel de la lente de una cámara fotográfica,

y voy registrando todo como si fuera un empleado del International Geographic.

Como si mi único deber sea

escribir el último almanaque.

Me desplazo a pie, con un cansancio infinito por las avenidas,

pues hasta los taxistas abandonaron sus máquinas.

 

Entro al corazón del hombre y veo sólo egoísmo o maldad.

Su hígado está lleno de carburante

y su corazón es una yesca reseca próxima a estallar.

 

Me comunica Dios que me aleje a tiempo. Que soy el Testigo.

Que me ponga a salvo en las Alturas del Golán o en el Ararat.

Que el próximo diluvio no será de agua sino de fuego.

Que lo de las Torres Gemelas apenas fue un pálido ensayo.

Que huya pronto y que no mire hacia atrás.

"Julián,- me dice-, eres Lot, el sobrino de Abrahán, que se repite en la memoria castigada.

Y tú, Berenice, la Edit que no cometerá el mismo error de antes.

Aléjate de las malas habladurías y de la sal.

Después, cuando Yo barra todos estos estropicios,

fundaré una nueva raza con ustedes dos. Tengan fe en Mí".

 

 

Autor: Julián Rojas.

Derechos Reservados de Autor bajo responsabilidad del mismo.

 

 

 

 

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