CESAR Y BRUTO.

Si recordara todo, todo,
la puñalada de Bruto en las espaldas de César,
tendría que jubilar mi tiempo,
porque hasta mi sombra ya tiene duro bastón y canas cansadas,
y el recto que veis por allí, entre vosotros caminando,
sin Senado, sin Imperio,
es sólo una proyección ¡una más! de mi alma.
Y si os pido un duro, un solo duro, el más amargo
( perdonádme ),
no me deis un bastón por el puño, que ya tengo.
No me hagáis más viejo ni más sabio con vuestros consejos.
Ya estoy enteramente iluminado, y listo para partir de nuevo.
¡Oh cuántos tesoros de luz y de tristeza
se lleva el agudo metal; y la carne lo que se trae,
al ir y volver, enterándose de todo!
Porque esto de hablar extrañas lenguas dormido,
de hielo puro, de fuego austral,
es porque, a veces, claro, no tengo a nadie.
Y hablo conmigo mismo, desde el presente al pasado, y al contrario.
Me cuento en el oído derecho, y en secreto,
las corazas que me van tendiendo los años.
Al cadáver lo pueden matar cuando quieran
( eso es más que cierto ),
¡pero lo que cuesta asesinar los recuerdos!
Hay que tener una virtud especial que pocos tienen.
Borrar las páginas del alma bajo la luna llena,
cuando las palabras asoman a tumbos en el papel,
coronando las monedas de a diez.
Y se borran las comas los puntos aparte los suspensivos
y nadie nadie está muerto nadie está vivo dentro de su tumba
es como si esperaran
como si se buscaran eternamente
César y Bruto en la mirada
a la puerta sin luz del tiempo
Uno por el beso amado del hijo
y el otro
por matar al padre y la novedad
el sentir el dolor en la carne que es UNA
Autor: Julián Rojas.
Derechos Reservados de Autor bajo responsabilidad del mismo.
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