COSAS PERDIDAS.

En los cementerios,
los pasos no se oyen sin que se alejen de nosotros.
Todo es de una esperanzadora novedad...
aunque nada sucede de nuevo, ciertamente, hace miles de años.
Igualmente, existen segundos y terceros trasfondos
en el aleteo de los pájaros que se fugan.
Los muertos tienen sus ojos ya limpios de todos los horrores
como el cielo después de una tormenta.
Y de sólo mirarnos así nos quemarían
con sus francas pupilas cargadas de nostalgias.
No. No pueden hacerlo.
Y no porque les esté prohibido por Dios
sino porque nos aman.
Así se limitan a escribirnos en el revés de las hojas,
en los delgados hilos de sus silencios.
...Pero para esas cosas
naturalmente somos analfabetos.
En tanto..
¿qué palabras callan misteriosamente,
como un batallón de soldados,
los acorazados labios de los cipreses?
¡Oh cuánto más dedo retiene amoroso
el anillo encontrado entre sus ruinas!
Llamo y llamo. No sé a quién devolverlo.
Su amarillo, más allá del oro,
abre un forado de ternura en mis ojos.
Tanto,
que a su sola visión desolada
el sol se niega a marcharse.
El pasto vuelve a verdear en el laberinto de las mentes.
Los huesos antiguos detienen su demolición.
La muerte se anima en el latido de una flor, confundida,
creyéndose pájaro.
Me imagino,
si hubiese encontrado algo más vivo
...como un reloj.
Autor: Julián Rojas.
Derechos Reservados de Autor bajo responsabilidad del mismo.
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