ESTAN COMIENDO FLORES LOS CABALLOS DEL INVIERNO

La muerte se ve venir entre las sombras arrebujadas.
De repente se detiene ante nosotros
con sus espuelas de plata,
como un perro que nos ladra furiosamente.
Están comiendo flores los caballos del invierno.
Curiosamente, el agua es menos salada en los puertos de embarque.
Nos arrojan besos desde el otro lado de la calle
personas que no habíamos visto antes.
Son los signos inequívocos del porvenir.
Sólo nos podemos equivocar de papel y de tinta.
Ese sentido de humor tan especial que tiene la Mentirosa.
Nos pone ramos de azahares inolvidables frente a los oídos
y ante nuestro olfato herido una puesta dorada de sol,
para luego perdernos,
confundiéndonos de lugar.
No importa, decimos. La vida es sólo una peregrinación
donde atrapamos al vuelo los materiales definitivos:
un rayo de sol, un carámbano de luna.
Ciertamente, no nos sirven para el después
ni las llaves plateadas ni los utensilios.
Es más importante mirar los caballos
comiéndose las flores delicadas del invierno.
Atender los saludos que nos lanzan desde el otro lado de la calle.
Autor: Julián Rojas.
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bajo responsabilidad del mismo.
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