TORO BRONCÍNEO.

Esta mañana temprano
saco mi alma a pasear de la mano
para que no se pierda tan niña.
La luz amarilla de mi pieza
está muy triste y fría
y distante.
Paso, repaso las vitrinas
del buen yantar,
del cristiano vestir de tongo y pajarita
y comparo los maniquíes en serie, escarlatas
con las astillas de mi vieja capa,
con el forro en cuadrículas de espantoso verde,
que ya se sale
por el agujero de mis ojos.
El toro broncíneo de la plaza
¿en qué verano se habrá tostado como un guerrero del campo,
si en esta hondonada húmeda de la ciudad,
llueve y llueve y llueve todo el año?
Todo es un precipitar de ventanas ventosas,
de árboles a la deriva,
de vientos huracanados que se llevan
la peluca empolvada del señor Corregidor, siempre a caballo.
Y le digo a ella,
ausente, despertando yo en mi realidad de hoy,
frente al toro:
"Todo te lo perdono, todo,
menos
que te hayas olvidado
del grano de oro de mis palabras,
y que te hayas hartado,
en silencio y sola,
del sin mí,
mientras yo pasaba hambre de tu cuerpo
y sed de tu alma".
Y entonces
...vuelve a caer una lluvia de plomo.
Autor: Julián Rojas.
Derechos Reservados de Autor bajo responsabilidad del mismo.
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