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Nevares

UN BARCO CRUZA LA NOCHE

UN BARCO CRUZA LA NOCHE

¿Nos dejarán los barrotes de estas celdas imaginarias

salir al aire puro que mata con su oxígeno azul,

que emborracha las miradas que damos en el sueño

como veleros bajo el exceso del sol?

 

Porque veo que no hemos avanzado ni una cuarta

por los pasillos nocturnos de nuestros miedos,

y surgen nuevos arrecifes; crujen los maderos,

se sacuden de alba en alba las cuadernas.

Los mástiles bailotean bajo la luna estúpida.

De nuevo el barco ebrio.

 

Y las promesas, en vez de amarrarnos en cubierta

frente al filoso canto de las sirenas, nos desatan,

delirantes, bajo nuestra piel.

Me hacen hablar en lenguas extranjeras. Renegar de Dios.

Cada noche digo cosas que no entiende mi sombra.

Las gaviotas viajan muertas por el aire.

Regurgitan pesadillas mis sueños.

Mi lengua llega a cortar las anclas con que nos atan los gramáticos

a su titánica voluntad de hierro.

 

Ahora se vacian en mis poemas

como en una sentina, luego de un largo viaje,

las apostasías de mi sangre.

Amanezco agotado, como si hubiera ido y vuelto de Sumatra,

rayado de pies a cabeza por los tigres del alba.

Y sólo eres tú, frente a mí, con tus diamantes puros, como siempre.

No hay ni una gota de alcohol. Todo es falso.

Ni un asomo de barco, sino esta pesadez del estar.

Es tu carne rubia. Es mi sangre sola.

Son nuestros cuerpos débiles frente a la marejada de Satanás.

 

Sin embargo, esos gritos en lenguas extrañas.

Esos ruidos de fierros y de aldabas.

Y, después, la calma, el silencio del sol,

la cuadrícula del cielo, monócula,

mientras

cruzan pájaros invisibles y muertos en mi despecho.

 

Autor: Julián Rojas.

Derechos Reservados de Autor.

 

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