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LA LOCA DE LA CASA

LA LOCA DE LA CASA

Las letras que ven el doble blanco del papel encima

cuando duermen en los ataúdes a vela de los libros.

 

¿Cómo al pensamiento, así aprisionado, no se le congelan las alas, los pies?

En toda lectura se produce un rescate mayor,

más allá de la falsa oxigenación de las palabras dichas.

Porque, en rigor, hermanos míos, se hablan puras leseras.

Se habla, se habla, se habla sin ningún sentido, alivianándose uno de la carga

sin avanzar un solo metro en el océano.

 

Los automovilistas cada día

salen a perseguir peatones en las calles

y los fotógrafos, con caballos de palo,

a los alucinados turistas.

 

Esta manía que tienen todos, ¡todos!

de jamás salirse del surco donde giran.

Mientras la loca de la casa imagina, imagina

¡demás!

 

Como cuando te digo te quiero

y te quedas recluida, preocupada de los hijos y de las ollas.

Como si no hubiera más mundo que descubrir.

Una tierra distinta. Una Narnia más allá de tus enfermedades.

Lo rumorea la brisa de la mañana.

Siento que hierven las espinas de unas rosas que jamás hemos visto.

Mientras leo en mi pieza,

atado a la cama, a la silla, como un paralítico.

 

La loca de la casa,

ociosa en el paladar.

La empuñadura de una espada silenciada de aventuras.

Los blancos ataúdes a vela hundiéndose en el mar.

 

 

Autor: Julián Rojas.

Derechos Reservados de Autor

bajo responsabilidad del mismo.

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